Liderazgo por ejemplo

Cuatro mil semanas


Resumen

El autor cuestiona la obsesión moderna por la productividad y propone aceptar nuestra finitud en lugar de intentar controlarlo todo. Enfatiza priorizar lo esencial, disfrutar el presente y renunciar a abarcar demasiado. Mezclando filosofía y psicología, Burkeman ofrece una alternativa al enfoque tradicional de gestión del tiempo: vivir con intención, significado y serenidad frente a lo inacabado.



Puntos más interesantes (spoiler)


0. Introducción 

La mayoría de los consejos sobre gestión del tiempo fomentan la idea de que un día podremos "hacerlo todo" y convertirnos en los dueños de nuestro tiempo, lo cual es falso. 

Se nos ha concedido la capacidad mental de elaborar planes infinitamente ambiciosos, pero no el tiempo suficiente para ponerlos en práctica. 

Muchas técnicas de gestión del tiempo y productividad son cortoplacistas y están orientadas a hacer la mayor cantidad de trabajo posible. 

Nos quejamos siempre de lo mismo: la falta de tiempo.  Esto parece que nos hace ser más importante y nos llena de prestigio. Todo lo contrario. 

El tiempo es como una cinta transportadora que no se detiene y que nos trae nuevas cosas que hacer en cuanto acabamos con las que tenemos entre manos. 

Ese afán de querer ser cada vez más productivos parecen tener el efecto de apartar de nosotros las cosas que de verdad importan (sobre esto hablan mucho en el libro "El sutil arte de la mandar (casi) todo a la mierda"). 

1. La elección de elegir 

El problema real no es tener un tiempo limitado, si no que es en cómo empleamos ese tiempo limitado. 

No querer controlar o dominar el tiempo hace que llevemos una vida más tranquila y que mantengamos una productividad sostenida a largo plazo. 

Incluso los triunfadores de nuestra cultura obsesionada con el éxito, los que consiguen entrar a las universidades de élite y luego se llevan los salarios más altos,  descubren que su recompensa es la presión inacabable de trabajar con una intensidad demoledora para mantener los ingresos y el estatus que han llegado a parecer prerrequisitos para las vidas que quieren llevar. 

Harás lo que puedas hacer, no harás lo que no puedas hacer, y la tiránica voz interior que insiste en que tienes que hacerlo todo no sabe de qué habla.

La mayoría de las personas desperdician varias horas al día, sobre todo por la tarde. Se dicen a sí mismas que están cansadas, en lugar de ponerse a hacer todas esas cosas enriquecedoras para las que aseguran no tener tiempo. No estás cansado, hazlas. Aquí entra también el peligro de la comodidad. Hay cosas más cómodas pero seguro que la alternativa genera un mayor bienestar que la cosa cómoda (por ejemplo quedarte en casa frente a salir con amigos). La cultura de la comodidad trata de convencernos de que, si eliminamos de la vida las actividades tediosas, vamos a poder hacerle un hueco a todo lo importante. Pero es mentira, a mayor comodidad nos volvemos más cómodos y perezosos para hacer otras cosas también. 

Lo más importante es tener la voluntad de resistirse al impulso de ser eficiente  y aprender a soportar la ansiedad de sentirse abrumado, de no tenerlo todo bajo control, sin responder de forma automática tratando de decir que sí a más obligaciones. 

Cuando comprendes la finitud pasar a pensar en "el placer de perderse algo" frente a "el miedo a perderse algo". 

El desafío principal a la hora de gestionar nuestro limitado tiempo no consiste en averiguar cómo llegar a hacerlo todo; eso no va a suceder nunca; sino en decidir, de la forma más sensata, qué no hacer y cómo sentirse en paz con no hacerlo. Tenemos que aprender a procrastinar mejor. 

El principio número uno es pagarte a ti mismo el primero cuando se trata de tiempo

  • Principio 1: Es mejor trabajar en tu proyecto más importante a primera hora de cada día
  • Principio 2: limita el número de proyectos que tienes en marcha

Tienes que aprender a empezar a decir que no a cosas que sí quieres hacer, y a reconocer que solo tienes una vida. 

El autor comenta que el sentido común te dice que no te conformes, pero que se equivoca y que no queda más remedio que conformarse. Pero redefine el concepto de conformarse, ya que elijas el camino que elijas te tendrás que conformar con la elección que hagas en cada momento.

La posibilidad de elegir nos causa trauma, pero cuando ya no hay vuelta atrás la ansiedad desaparece, porque ya solo puedes avanzar en una dirección hacia las consecuencias de tu decisión. 

Un problema grave es la distracción: todas aquellas cosas que no tenías intención de fijarte y que se apoderan de tu atención. 

Somos los productos de las empresas tecnológicas, no sus clientes. Todas esas aplicaciones online son una gran máquina para malgastar nuestras vidas. 

¿Por qué nos resulta tan incómodo centrar nuestra atención en cosas que importan, en las cosas que creemos que queremos hacer con nuestras vidas, que preferimos sustituirlas por distracciones que, por definición, son lo que no queremos estar haciendo con nuestras vidas? 

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2. Fuera de control 

Nunca tememos tempo. 

No puedes tener ninguna seguridad sobre el futuro hasta que no se ha convertido en pasado. 

No puede ser que la preocupación por el futuro tenga siempre prioridad de forma automática. 

La vida no es más que una sucesión de presentes. Vive el ahora

El trabajo, de repente, exigía ser el principal objetivo de la existencia; el ocio no era más que una oportunidad para recuperarse y reponerse, con el propósito de seguir trabajando. 

Quizá podríamos tratar de incorporar a nuestra vida cotidiana cosas que solo nos interesen por sí mismas; es decir, dedicar parte de nuestro tiempo a actividades de las que lo único que queramos sea poder hacerlas. 

Los resultados no lo son todo. De hecho, es mejor que no lo sean, porque los resultados siempre llegan más tarde, y más tarde siempre es demasiado tarde. 

Somos mucho más impacientes. Se ha calculado que si la página de inicio de Amazon se cargara un segundo más despacio, la compañía perdería 1.600 millones de dólares al año en ventas. 

En un mundo dominado por la prisa, cada vez en más contextos, la paciencia se convierte en una forma de poder. 

Tener todo el tiempo del mundo no es de mucha utilidad si te ves obligado a vivirlo tú sólo. 

"Una persona con un horario flexible y unos ingresos en la media será más feliz que una persona feliz que lo tiene todo menos un horario flexible", Scott Adams. 

El valor del tiempo procede no de la cantidad que tienes, sino de si está en sintonía con el de las personas que más te importan (somos sociales, necesitamos de gente, hacer todo solo al final puede cansar).

Sometido al yugo de nuestro trabajo nos hemos fabricado unas vidas que no encajan unas con otras, porque no compartimos horarios. ¿Hay que llegar al extremo de forzarlo? Puedes leer el post "La regla de la hora".

Hazte la siguiente pregunta: ¿elegir algo te hará más pequeño o más grande? Esta pregunta impide que cedas al impulso de tomar decisiones solo para aliviar tu ansiedad y te ayuda a ponerte en contacto con lo que de verdad quieres hacer con tu tiempo. 

El camino individual se lo hace cada uno, y no está estipulado ni se conoce de antemano, sino que se construye a medida que se pone un pie delante del otro. Para ello hay que ir haciendo lo siguiente más importante y así sucesivamente. 

Claves
  • Aceptar la realidad sobre lo limitado de tu tiempo y lo limitado de tu control sobre ese tiempo
  • Céntrate en lo que ya has hecho, no solo en lo que te queda por hacer. Mira la parte positiva y celebra el éxito de lo que has finalizado, ya que siempre tendrás cosas por hacer, y eso no te tiene que desmotivar (te puede interesar este post sobre el "El tiempo es finito")
  • Busca la novedad en lo mundado. Sal de lo rutinario, llena tu vida de nuevas experiencias 
  • Sé curioso, no te quedes con dudas, intenta entender lo que te rodea y quién te rodea 
  • La capacidad de no hacer nada es indispensable, porque si no puedes soportar la incomodidad de la inacción es mucho más probable que tomes malas decisiones sobre tu tiempo 

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